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Ilustración: Marcos Kazuo

Juicio a los jueces: Imparcialidad e independencia.
— Nikolái Aleksandr Weinbinder —

L

os ideales de independencia e imparcialidad son ficciones que acompañan la falsa conciencia y que se traducen en la idea aparente de que los jueces son guardianes que posibilitan acceder a la justicia. Y por otro lado sirven de excusa para que se justifiquen privilegios como la inamovilidad en el cargo, beneficios impositivos, intangibilidad de salarios siderales, jubilaciones de privilegio, etc. Reciben un trato diferenciado en nombre de resguardar imparcialidades e independencia que no se verifican en la realidad ya que en la práctica son dependientes de quienes los ayudaron a ser designados, de partidos políticos, de corporaciones, de la iglesia, de cámaras empresarias, de la prensa, del presupuesto que le asignan los demás poderes, y de otros actores menos visibles como pueden ser las agencias de inteligencia. La defección estratégica da cuenta de como los jueces amoldan sus decisiones al cambio político con mayor grado de dependencia al ser nombrados y luego adquieren una autonomía relativa hacia el final del mandato del gobierno que los eligió.

Las cortes supremas como últimos intérpretes de las constituciones han fracasado históricamente en su rol de guardianes de los derechos más básicos como la vida o en la preservación del orden constitucional y el estado de derecho. Pensemos la relación entre dictaduras militares y poder judicial, y en como jueces, abogados y fiscales fueron cómplices de genocidios y crímenes de lesa humanidad al servicio de la implantación de planes económicos. O bien difrazando la violencia en cuestiones ligadas a la criminalización de la protesta social y favoreciendo la ausencia de control y límites a las fuerzas represivas. Podemos decir además que los jueces son actores políticos que no tienen la más mínima asepsia ideológica dada la cercanía al poder de la clase dominante y de las corporaciones, volviendose incapaces de cumplir las promesas de garantizar procesos democráticos y de dar protección a las mayorías oprimidas.

En lo que refiere a imparcialidad sería poco más que una expresion de deseo tratar de atribuirles tal característica por el solo hecho de ser jueces, como si se tratase de una aptitud sobrenatural inherente al cargo. No existe un mecanismo mágico que pueda generar esa imparcialidad ni tampoco sostener la idea de juez Hércules omnisciente expresada por Dworkin. Resulta tenazmente obtuso pretender que sean capaces de realizar un esfuerzo para interpretar el derecho bajo parámetros igualitarios tomando en cuenta el entramado complejo que les rodea. En lugar de eso lo que prima es una sensibilidad condescendiente hacia grupos minoritarios de poder económico, político, financiero, mediático o de otra índole más sospechosa.

Nino por su parte ofrece algunos lineamientos según los cuales una decisión es mas imparcial cuando más personas forman parte del proceso de discusión, plantea esto en franca oposición a las prácticas habituales de reflexión individual. Y postula la idea de órgano plural con deliberación colectiva que neutraliza las preferencias personales por la necesidad de buscar consensos con muchas otras personas. Pero los procesos de decisión judicial siguen siendo individuales y los jueces hasta negocian las firmas en una sentencia a cambio de ser acompañados en otras. Hablar de imparcialidad alcanzada monoreflexivamente implica conceder a los jueces una aptitud moral, epistémica y cognitiva que conlleva un elitismo de capacidades especiales para acceder a respuestas correctas y justas en el orden del derecho y la política.

La aproximación al ideal de imparcialidad solo sería posible en un proceso dialógico e inclusivo donde se incorporen a la discusión las visiones de todos los afectados. Algo dificilmente adaptable un proceso judicial en donde a lo sumo podemos encontrar una participación moderada como el amicus curiae pero donde siempre los jueces conservan el poder decisión. En nuestro escenario actual los jueces monoreflexionan y prevalece un elitismo según el cual realizarían una construcción de verdad y acceden a las respuestas que estan vedadas para los simples mortales. Estas capacidades especiales también toman la forma de críticas a los juicios por jurados que, prejuicio mediante, serían más influenciables a la inflación punitiva propiciada mediáticamente.

Rawls respecto a la imparcialidad menciona el velo de la ignorancia donde pareciera ser que uno puede abstraerse de si mismo olvidandolo todo y neutralizando aquello que pueda dar lugar a parcialidades. En esta stituación original se desplazarían características de clase, género, raza, religión, etc. Este mecanismo de imparcialidad es imposible de implementar dado que los jueces tienen conciencia del rol que ocupan y saben en todo momento que sus decisiones van a tener impacto y consecuencias. Habermas por su parte va a postular una hiperracionalidad en la cual el diálogo es un proceso de imparcialidad entre pares donde se utilizan argumentos racionales para persuadir y donde triunfan aquellos argumentos que sean mejores sin necesidad de ejercer violencia ni imposiciones de autoridad. El diálogo aparece entonces como un proceso de imparcialidad en condiciones ideales donde personas pueden cambiar sus puntos de vista al estar mejor informados.

En contrapunto a esta descripción lo que tenemos son jueces que no dialogan sino que toman decisiones sobre nosotros condicionados por el contexto histórico, político, el impacto de sus decisiones en la prensa, y especialmente todo aquello que pueda afectar su supervivencia arriesgandolos a un juicio politico o crisis institucional. En consecuencia las cortes son muy poco deliberativas, antidemocráticas y verticalistas, tienen problemas de transparencia y estan afectadas por presiones y parcialidades religiosas, políticas, de género, de clase, y que convierten la imparcialidad en una ficción imposible de materializarse. La independencia es un ideal inalcazable que ha sido empleado estratégicamente para justificar decisiones políticas y económicas que favorecen a ciertos sectores aventajados al mismo tiempo que opera como disfraz legitimante de punitivismo, segregación interseccional, flexiblización laboral, quita de derechos y persecución ideológica. Las raíces de esta problemática se pueden rastrear hasta el propio mecanismo de selección de jueces que boicotea la noción de independencia y nos permite poner en duda que constituya un valor en si mismo. Incluso podríamos considerar la independencia como indeseable en la medida en que implique un apartamiento de la voluntad popular o constituya un obstáculo para las transformaciones que reclama la sociedad.

Los privilegios de los jueces no son capaces de asegurar empatía, imparcialidad e independencia. Las asimetrias de poder y un contexto donde se tejen contactos, ataduras y conexiones con el establishment económico dan por resultado una justicia de clase con eslogans liberales vacíos de contenido. La crítica debe comenzar por reconocer y visibilizar que son influenciables, que establecen contactos y negociaciones detrás del velo institucional, y que sacrifican autonomía a cambio de conseguir recursos, escalar posiciones o resguardar privilegios. Los jueces son actores políticos que intercambian favores, garantizan impunidad y llevan adelante negociaciones preocupados por resguardar sus mezquinos intereses. Lejos de ser guardianes o frenos a la violencia institucional lo que hacen es actuar como funcionarios de los aparatos burocráticos represivos. Puede evidenciarse la carga ideológica de sus decisiones en casos de familia donde acarrean prejuicios religiosos y patriarcales sobre el rol de la mujer en la familia. O en el fuero laboral donde se desdibujan las buenas intenciones del principio protectorio y se toman decisiones abiertamente contrarias a los intereses de la clase obrera.

La independencia es un ideal del siglo XVIII construido para las clases dominantes y con jueces en oposición a las mayorias que pudieran amenazar el orden establecido, el derecho de propiedad y el poder de la burguesía. Para Adam Smith la función del juez era proteger la propiedad mediante un poder judicial clasista, misógino, racista y patriarcal acorde a los valores de la clase hegemónica. El proceso de selección de jueces esta completamente viciado con una lista de méritos sujeta a interpretación política y una terna de tres candidatos para que de forma poco transparente y discrecional elija el poder ejecutivo de acuerdo a lo que considere mejor para su estrategia de gobierno. Existe una endogamia que prioriza la selección de aquellos que ya forman parte del poder judicial, lobbys, competencias meritocráticas, promesas y favores hacia autoridades eclesiásticas, corporaciones, empresas, senadores, políticos y académicos. Todo esto contribuye a que la imparcialidad e independencia como mecanismos de justicia sean una ilusión poco convincente.

La independencia judicial, como la mano invisible del mercado, el periodismo objetivo, la neutralidad del derecho, la imparcialidad de los árbitros de fútbol, el capitalismo con rostro humano, entre otras mentiras y sinsentidos liberales, se puede encontrar junto a los hermosos unicornios azules.Arrimada







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