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Ilustración: Marcos Kazuo

Hegemonía, superestructura e intelectuales orgánicos.
— Nikolái Aleksandr Weinbinder —

¿Por qué la clase obrera no logra adquirir conciencia de clase y organizarse para derrocar a una minoritaria burguesía? Esa es la pregunta que estará presente a lo largo de este texto y que intentaremos responder con el análisis de todo el aparato ideológico que interviene en la dominación de una clase por sobre otra. Poniendo el foco en la importancia de lo superestructural en la generación de hegemonía y visibilizando los desafíos a la hora de alcanzar la modificación de las condiciones subjetivas de los obreros.

Lo primero será hacer algunas consideraciones generales respecto a la relación entre los conceptos de estructura (base económica) y super-estructura. Para luego finalmente abordar el rol de los intelectuales orgánicos en los aspectos contraculturales que permitan disputar la hegemonía a la clase dominante interviniendo en el terreno de la lucha ideológica.

La estructura es el plano económico, el modo de producción capitalista donde encontramos a las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, es decir, donde interactúa el capital con el trabajo y se genera la explotación al trabajador mediante la apropiación de la plusvalía, que luego una parte se capitaliza y une al capital. El sistema capitalista ha tenido históricamente distintas formas de capital como por ejemplo mercantil, agrario, industrial, monopólico, financiero, etc.

Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado. Lefebvre

En cambio la superestructura se puede concebir como un conjunto de prácticas que tienen la función de apoyar la estructura mediante la producción de ideología que legitima el sistema dotándolo de mayor estabilidad con la circulación de ideas procapitalistas. Esta compuesta por instituciones del Estado, derecho, política, escuelas, iglesias, filosofía, moral, cultura, medios masivos de comunicación, etc. Este modelo de estructura-superestructura no es estático ni tampoco constituyen espacios separados en la vida social sino que se entrelazan.

De la superestructura surge lo que Gramsci va a llamar hegemonía, a la que podemos definir como la cosmovisión de la clase dominante que se irradia sobre la sociedad. Una dirección política, ideológica y cultural que una clase social ejerce sobre otra para conseguir, mediante la combinación de coacción y consenso, la docilización y disciplinamiento de los oprimidos frente al orden social imperante. De esta manera se anestesian imaginaciones y maximizan conformismos naturalizando en el sentido común la legitimidad de un sistema que lleva en sus entrañas los conflictos propios de las contradicciones de clases que le habitan.

Sin esa hegemonía, entendida como consenso revestido de coacción, el solo empleo de la fuerza resultaría insuficiente para asegurar la estabilidad de la estructura económica e intentar apaciguar la lucha de clases. Si ingenuamente creyéramos que la supervivencia del orden establecido se debe únicamente a las fuerzas represivas cometeríamos un error de subestimación equivalente a creer que 500 policías cada 100.000 habitantes serían capaces de detener una revolución.

Por esta razón, los voceros del capital en pos de apuntalar el statu quo generan consenso, creencias, costumbres, opiniones y toda clase de convencionalismos instrumentados mediante un conjunto de prácticas e instituciones que intervienen en la cultura y los modos de pensamiento, haciendo pasar intereses particulares por universales. El desenlace que se espera como resultado de la reproducción constante de hegemonía es que las mayorías asuman que el sistema capitalista ofrece ventajas, de que en última instancia sería un mal menor o de que es el único sistema posible. Ese convencimiento que lleva a la resignación e incluso a que los propios explotados defiendan a sus opresores se logra por la acción cultural ideológica que ejerce la sociedad política y civil.

Desde un punto de vista teórico puede hacerse una diferenciación de roles en donde la sociedad civil se encarga de la generación de consenso sobre el sistema, mientras que la sociedad política coacciona de forma represiva desde el Estado. Pero en la práctica hay un entrelazamiento constantemente tal como sucede con las categorías de estructura y superestructura que debieran ser analizadas en función de sus relaciones con una perspectiva dialéctica que supere concepciones mecánicas y estáticas.

El capitalismo, en tanto sistema inhumanizable que no admite otra reforma más que su destrucción y consecuente superación, no sería capaz de mantenerse en pie únicamente por el ejercicio de la violencia, y es por eso que requiere dotarse de legitimidad recurriendo a la super-estructura en su rol fundamental como generadora de hegemonía. En la tarea de conversión de disidentes, implantación de valores y apuntalamiento de lógicas de rebaño intervienen políticos, burócratas, referentes de la cultura, intelectuales, eclesiásticos, y todo un aparato de propaganda mediante el cual la burguesía ejerce sobre la sociedad el dominio político, ideológico y cultural.

Pero no deberíamos perder de vista que la sociedad es más un choque de intereses materiales que una batalla de ideas, y que la clase propietaria de los medios de producción material es también propietaria de los medios de reproducción ideológica por lo que no nos debe sorprender que las ideas hegemónicas de una época coincidan con aquellas que la clase dominante logra imponer a través de un entramado complejo de procesos de socialización ajustados según sus intereses de clase.

Una cosmovisión implantada durante siglos puede lograr la sumisión a estilos de vida que se caracterizan por ser inerciales, predecibles y fácilmente controlables. Esto nos permite comprender el sonambulismo y la actitud de arcilla por parte de una clase oprimida que todavía no logra visualizar la necesidad de la revolución y que tibiamente aspira a una trastocación de valores con discursos plásticos que no sirven más que para maquillar el sistema y perpetuar la agonía.

El efecto anestesiante de la cultura represiva y de toda la superestructura ideológica opera sobre la conciencia contribuyendo a la naturalización de las ideas y valores de la clase dominante. Los procesos de socialización refuerzan la ficción de consenso sobre el orden establecido valiéndose de las tradiciones, moral y un sentido común irreflexivo que facilita la aceptación de la barbarie capitalista como sinónimo de superación del estado de naturaleza. La inducida proliferación de miedos irracionales frente a alternativas y la prohibición de innovar conducen al acatamiento de sus reglas de juego, anulando incluso el ejercicio especulativo de pensar en otro tipo de sociedad.

Gramsci en la búsqueda de explicaciones y guiado por tratar de comprender como es que se había desatado la revolución en un país atrasado como Rusia, logró divisar una reducida burguesía nacional que era demasiado débil para derrocar al zarismo, con la particularidad agregada de la ausencia de un complejo aparato ideológico capitalista operando sobre la conciencia de los trabajadores. Esta configuración resulto ser algo distintivo con respecto a aquellos países europeos de estados modernos que por el contrario ya tenían burguesías consolidadas y donde las condiciones subjetivas eran menos propicias para el triunfo de la revolución.

En la Rusia zarista la autocracia carecía de ideólogos: El antiguo régimen no era defendido más que por el clero, la nobleza cortesana, los financieros, algunos políticos, en resumen, por una aristocracia ínfima. Las ideas revolucionarias hallaban terreno favorable en cualquier lugar.Serge

En nuestro tiempo la burguesía ha alcanzado una mayor sofisticación en las formas de dominación, desde la caída del muro de Berlín en adelante la palabra revolución fue vaciada de contenido, los sentimientos de derrota política dieron surgimiento al posmodernismo, y la izquierda ha quedado en un escenario prolongado de contrarrevolución y restauración de valores que se ha convertido en la norma. Reiteradas veces se ha sobornado a la clase obrera con pequeñas concesiones reformistas, haciéndose eco de algunas sentidas demandas de la sociedad e incorporando los reclamos despojados de toda peligrosidad revolucionaria para mantener a salvo la estructura económica y desarticular el avance del movimiento obrero.

Estas técnicas para inmovilizar, diluir y fragmentar las luchas son un mecanismo de supervivencia del propio capitalismo que suaviza transitoriamente los golpes y deja caer algunas migajas para intentar mitigar la escalada de conflictos y movilizaciones, teniendo en miras asegurar la preeminencia de la burguesía en la dirección y ordenamiento de la sociedad y prevenir desequilibrios en las relaciones de poder. En la “revolución pasiva” las medidas progresistas desde arriba tienen además una razón de conveniencia económico-política ya que resulta menos costosa la generación de consenso valiéndose del oportunismo y la demagogia populista antes que recurrir al empleo de la violencia del siglo XX.

Todavía quedan algunos destellos de resistencia por parte de la clase obrera que no se resigna a bajar sus banderas. Pero la socialdemocracia ha transitado suficientes máscaras como para disfrazarse retóricamente de revolucionaria pese a su visible carácter centrista y moderado. Lo cual le ha permitido cumplir un rol estratégico como freno y obstáculo para la revolución, en complicidad con las salidas de fuerza propugnadas por los sectores más derechistas y reaccionarios en momentos de crisis orgánica donde se acentúa el contraste entre representantes y representados.

En ciertos momentos de su vida histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales. Esto significa que los partidos tradicionales, con la forma de organización que presentan, con los determinados hombres que los constituyen, representan y dirigen, ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o de una fracción de esta. Cuando tales crisis se manifiestan, la situación inmediata se torna delicada y peligrosa, porque el terreno es propicio para soluciones de fuerza, para la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos.Gramsci

Reforzar el análisis de la superestructura y su estrecha vinculación con las formas de dominación que emplea la burguesía es fundamental para elaborar herramientas que permitan contrarrestar la hegemonía con la perspectiva de la clase opuesta e incidir sobre la condiciones subjetivas de los explotados para poder así dar respuesta a la incógnita de por qué una minoría se sostiene impúdicamente en una situación de privilegio a costa de una mayoría explotada y desorganizada que no logra romper sus cadenas.

Los mecanismos y redes de instituciones que tiene el sistema para la generación y renovación constante de obstáculos ideológicos obligan a pensar estrategias que posibiliten generar contra-hegemonía. En lineas generales, debemos propiciar una contracultura con intelectuales orgánicos de la clase obrera que vayan ocupando posiciones comunicacionales de mayor alcance para combatir toda esa envoltura ideológica que recubre la estructura del sistema.

Por la constante obra de propaganda y persuación, desarollada por los elementos más conscientes, se obtendría una transformación radical de la psicología obrera, se prepararía y capacitaría a la masa para el ejercicio del poder.Gramsci

También es necesario empezar a concebir la intelectualidad por fuera del estereotipo más vulgarizado de tipo literato, filósofo y artista. Esa concepción snob y elitista debe ser desterrada con una crítica implacable a los cánones de erudición postulados por la academia. Gramsci consideraba que todas las personas son intelectuales aunque no todas desempeñan tal función en la sociedad. Cada clase social para el desarrollo de una concepción del mundo va formando sus propios intelectuales que luego defienden sus intereses.

Se puede distinguir básicamente entre dos tipos de intelectuales, por un lado los antiguos intelectuales tradicionales, agentes de la reacción que se adjudican una presunta autonomía e independencia de la sociedad que en realidad no poseen. En esta categoría resistente y fosilizada encontramos principalmente a los eclesiásticos caracterizados por el conservadurismo de épocas anteriores y la negativa a transformaciones que puedan alterar sus relaciones de poder.

Y por otro lado están los intelectuales orgánicos que podemos definir como aquellas personas con capacidad de transferir ideología, y que a partir de sus acciones y mensajes participan en la construcción del sentido común y la organización de la cultura. Pueden ser políticos, profesores, militantes, músicos, periodistas, etc. Algunos de ellos ejercen la función de intelectuales orgánicos sin ser plenamente conscientes de los efectos de sus intervenciones.

El cuestionamiento al sentido común que realizan los intelectuales orgánicos es la contraofensiva ideológica que interpela el conglomerado de prejuicios de una clase y época determinada, poniendo en jaque la asimilación de una concepción del mundo no mediatizada por la razón y absorbida acríticamente de forma inconsciente por efecto de una socialización basada en la tradición y la costumbre.

Este camino de construcción de una nueva hegemonía tiene un punto de inicio: una crítica de la filosofía del sentido común, para desnaturalizar las ideas y valores imperantes, percibir en ellos la dominación, ejercer un acto de conciencia y ruptura para, desde allí, elaborar las ideas, valores y practicas emancipadoras vinculadas al grupo social al cual se pertenece.Gastón Varesi

En el nivel más alto de argumentación empleado para la defensa del sistema capitalista encontramos a la filosofía en sus vertientes idealistas donde la clase dominante apuntala de forma más elaborada su modelo de sociedad, cultura e ideología. Otras vías que no escapan a los intereses de clase y por las cuales se realiza la apología del orden constituido son la educación, la familia, las religiones, las formas jurídicas, la moral, los medios masivos de comunicación, etc.

Todavía existen personas que niegan la influencia de los medios masivos de comunicación sobre el modo de pensar y actuar de las personas. El argumento que suele esgrimirse es que quienes señalan dicha influencia ejercen una subestimación de las masas restándoles la capacidad de pensamiento crítico. Lo cierto es que no hace falta sumar estudios sociológicos para descubrir la importancia del rol de los medios hegemónicos y su intencionalidad a la hora de defender intereses sectoriales.

Toda interpretación es política. Las polarizaciones a las que estamos acostumbrados en tiempos de elecciones, el tiempo destinado a inflar candidatos, el tipo de noticias, el lenguaje utilizado. Incluso la criminología mediática es otro ejemplo de como los medios pueden propinar una anticipada condena social a personas, grupos sociales u organizaciones haciendo caso omiso de cualquier presunción de inocencia mientras fortalecen discursos de mano dura orientados a instalar la ideología de la cárcel y la inflación punitiva.

También mediante el control del sistema educativo y las instituciones religiosas circula una propaganda fulminante de ideas, juicios y valores que lleva la impronta de la burguesía. El sello de la clase dominante aparece en la cultura, creencias populares, el sentido común, la moral, etc. Incluso el arte y hasta el lenguaje reflejan concepciones del mundo, de modo tal que la letra de una canción puede llegar a tener una carga ideológica, al igual que el guión de una película o un texto literario.

En el plano de la educación la escuela es un instrumento que juega un rol principal disciplinando y educando a las masas para que vivan la dominación como algo natural. Inspectores y supervisores controlan y dan lineamientos a cada institución escolar sobre qué y cómo enseñar, implantan sistemas de reglas estrictos, y diagraman planes de estudio que inculcan valores dominantes que inhiben la potencialidad revolucionaria.

Gramcsi se aproxima a una pedagogía de aprendizaje opuesta a la tradicional tomando como referencia a algunas escuelas elementales en Hamburgo que obtuvieron buenos resultados aplicando métodos de enseñanza alternativos.

La instrucción de los niños se deriva exclusivamente de las preguntas que los niños formulan a los maestros y del interés que muestran por un hecho determinado. El docente no tiene ni siquiera el derecho de establecer lo que el niño debe aprender porque no se puede saber lo que los niños serán en la vida, así como ignora para qué tipo de sociedad deben ser preparados.Gramsci

Paulo Freire por su parte hace aportes a la pedagogía crítica con referencias a educadores que desde una perspectiva revolucionaria concienticen a los alumnos sobre la ideología de los opresores a modo de estímulo para pensar y obrar. Fomentando la conciencia crítica y el sentido de responsabilidad histórica para con la liberación de las clases oprimidas.

La iglesia y el Estado deben separarse tal como fue planteado en la Comuna de París, dando lugar a una educación pública, gratuita y laica como forma de lucha contra la alienación religiosa. En este sentido Trotsky tiene una frase categórica que deja clara cual debe ser la posición de la izquierda frente al pensamiento mágico mítico y sus múltiples representaciones que se alejan del ateísmo: “Quien no lucha contra la religión no merece el nombre de revolucionario”.

El monopolio de la educación y la dirección cultural se ejerció durante muchos siglos por la iglesia que contaba con sus propias escuelas en monasterios y catedrales, inaccesibles para las mayorías por la utilización del latín. Los intelectuales tradicionales formados en esa época estaban indefectiblemente ligados a la religiosidad, lo que posteriormente condujo a una lucha para conseguir la subordinación del clero al Estado burgués.

En el siglo XXI aún contamos con lugares en donde no se tiene acceso a la educación laica, y donde la religión en sus diferentes esferas de dominio continúa haciendo de bálsamo para que los oprimidos miren al cielo aferrándose a ilusorias promesas de felicidad eterna en el más allá. La toma del cielo por asalto es la peor pesadilla de los eclesiásticos, eso peones de la reacción que participan de la cultura como los antiguos intelectuales tradicionales e inoculan el opio del conformismo y la resignación, adormeciendo al pueblo.

El estudio de Gramsci sobre la superestructura no se puede limitar solo a las instituciones encargadas de la difusión de ideología tales como la escuela, iglesia y medios de comunicación. Además deberíamos tomar en cuenta el folklore, lenguaje, nombre de las calles, de las plazas, monumentos, la organización arquitectónica (de las ciudades, aulas, lugares de trabajo). Todos estos factores intervienen para que el sistema se pueda seguir reproduciendo y perpetuar así la dominación capitalista. Podríamos incluso, sin pecar de foucaultianos, sumar matices representándonos el poder no como si fuera una cosa sino más bien como relaciones de redes complejas a descifrar.

Por otra parte, hay espacios culturales de gran valor que no pueden ser abandonados a la iniciativa privada, es el caso de teatros, museos, cines, bibliotecas, talleres literarios, expresiones artísticas, etc. Por su importancia para la instrucción y la cultura deben considerarse servicios públicos sin estar sujetos a la lógica de los negocios comerciales que obligan a generar réditos económicos. La sociedad civil es el campo de disputa hegemónica contra la ideología de la clase dominante que se infiltra por diversos canales que abarcan desde el arte hasta las ciencias.

Los avances tecnológicos no han logrado aún siquiera conquistar la disminución de la jornada laboral. Las investigaciones científicas en el marco del capitalismo están subordinadas a la búsqueda de beneficios económicos que se anteponen a las necesidades sociales. Los capitalistas actúan antisocialmente según criterios de rentabilidad privada y no tienen escrúpulos en desalentar todo aquello que no les resulta redituable, obturando potencialidades y sirviendo a los intereses de la burguesía al aplicar sus avances en pos de perfeccionar la dominación.

La escisión entre política y economía constituye solo una abstracción teórica de la necesidad empírica de seccionar provisionalmente la unidad actividad social a fin de estudiarla y comprenderla mejor. Se trata de una necesidad absolutamente practica. (…) Política y economia, ambiente y organismo social siempre forman una sola cosa, y uno de los más grandes méritos del marxismo consiste en la afirmación de esa unidad dialéctica. Gramsci

La ideología de la clase dominante potencia diferencias que van más allá de lo estrictamente económico y que tienen que ver con cuestiones de meritocracia, individualismo, competencia, estatus, prestigio, autoridad, rivalidad, reconocimiento social. Complementadas además con una interseccionalidad de opresiones que se relacionan entre si y que conducen al sometimiento o a la exclusión de las personas por clase, género, religión, sexualidad, etnia, etc. Todos estos aspectos no son ajenos al marxismo que reniega de los falsos determinismos de la naturaleza humana y combate las acusaciones de economicismo ingenuo.

Hay un frase de Rosa Luxemburgo en la cual al criticar el academicismo da cuenta de como se excluye y limita la participación de determinados grupos de personas por motivos tanto ideológicos como económicos: “No se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna que la frase «las polémicas teóricas son solo para los académicos»”.

La socialización que inyecta ideología procapitalista ocasiona mayor valorización del mundo de las cosas que por sobre lo humano y afianza estereotipos burgueses conducentes a la normalización de estilos de vida repudiables donde lo diferente se condena en niveles que oscilan desde micro-opresiones en forma de bromas hasta la inferiorización y la invalidación social.

Mediante la sola modificación de la base económica de la sociedad no se resuelve por añadidura los demás aspectos mencionados. Esto se debe a que la superestructura no es un simple apéndice de la estructura, y la transformación de todo el tejido cultural tiene una complejidad tal que requiere además de un recambio generacional sobre nuevas bases. El psiquiatra David Cooper, referente de la antipsiquiatría e influenciado por el marxismo, decía con gran acierto que la revolución interna y externa tienen tiempos diferentes.

¿De qué manera logramos que un médico/arquitecto no reclame para si un trato diferenciado económico-social por sentir que su rol en la sociedad sea más importante que el de un enfermero/albañil? Para lograr esto se requiere una profunda transformación de la cultura dinamizando los roles, además de concebir la posibilidad de una sociedad en donde la profesión no constituya y determine al individuo, sino que las personas desempeñen tal o cual labor productiva entre otros tantos aspectos más importantes de sus vidas.

Pero principalmente haciendo una reivindicación de la complementariedad de roles que refute la ideología burguesa y biologicista de los «dones» intelectuales. Anulando la lógica de competencia del capitalismo para desarticular prejuicios de estatus y jerarquías que segregan y oprimen en modos similares a las diferencias económicas.

El aspecto económico de la propiedad privada de medios de producción podríamos decir que, al menos en términos teóricos, sería el más fácil de resolver, y en ese sentido el marxismo constituye una respuesta demoledora de toda sociedad de clases. Sin embargo, abolir la multiplicidad de otras formas de opresiones interseccionales enquistadas en la superestructura es un objetivo a largo plazo que no puede darse en simultáneo.

Las mutuas relaciones entre los hombres tienen muchas más implicancias, satisfacen muchas más necesidades de las que se suponía inicialmente en la teoría de la sociedad socialista. En particular, intervienen en ellas una compleja trabazón entre economía, moral y política, el problema de la igualdad y la desigualdad en su sentido amplio, de la superioridad y subordinación, de la autoridad, el colectivismo y el individualismo, las cuestiones de rivalidad, la emulación, la apreciación sobre sí mismo y los demás, toda la gama de juicios de valor morales, políticos y económicos.Sève

La sociedad capitalista es en esencia competitiva e individualista y constantemente bombardea a los individuos socializando bajo modelos de estatus y dinero como sinónimos de éxito. Solo la renuncia a las salidas individuales y la búsqueda de una sociedad sin clases sociales puede constituir el presupuesto necesario para desmantelar todas aquellas formas de opresiones que están ancladas en la cultura por la reproducción ideológica y naturalizadas en el sentido común.

Durante la transición la lucha ideológica contra la burguesía es un ida y vuelta defendiendo los niveles de conciencia de clase alcanzados en la subjetividad de los obreros e intentando conservar las conquistas en la adversidad de los tiempos de reflujo donde opera con mayor intensidad la restauración de las ideas contrarrevolucionarias.

Gramsci decía que los revolucionarios no son evolucionistas, en el sentido de que la guerra de posiciones y los cambios superestructurales no se consiguen de modos pacíficos por vía de reformas. Comprendía el carácter inevitablemente violento de las revoluciones y desde una concepción internacionalista bregaba por la fusión de dictaduras proletarias nacionales en una Internacional Comunista.

La revolución proletaria es un larguísimo proceso histórico que se verifica en el surgimiento y desarrollo de determinas fuerzas productivas. En una determinada etapa de este proceso, las fuerzas productivas no pueden ya desarrollarse y en esta etapa determinada se produce el acto revolucionario, que consiste en un esfuerzo dirigido a romper violentamente estos esquemas, dirigido a destruir todo el aparato de poder económico y político.Gramsci

La disputa por establecer la hegemonía social no ocurre solo hacia el interior de cada país o en el marco de la dinámica de espacios microsociológicos de interacción sino que es a nivel mundial. Debido a que la tradición de todas las generaciones muertas oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos, los cambios más profundos de las condiciones subjetivas no se darán de forma automática por la simple transformación de la estructura económica.

El aspecto positivo a destacar es que esas transformaciones en los modos de vida y de relacionarse son totalmente factibles si asumimos el desafío de modificar la cultura y trastocar el sentido común interviniendo sobre la superestructura despojados de cualquier determinismo pesimista sobre pulsiones ingobernables de la naturaleza humana. Si bien es una tarea difícil generar contracultura en inferioridad de condiciones, no es imposible, solo requiere de audacia, originalidad y compromiso acompañado de grandes convicciones.

Los aportes gramscianos enriquecen al marxismo en el conocimiento sobre la forma en que la burguesía domina desde el plano ideológico, algo que hasta entonces no había sido profundizado, habiéndose hecho foco más en un derrumbe económico que colapsaría la superestructura a modo de castillo de naipes. Esa idea de concebir estructura y superestructura en términos verticales debe ser revisada y puesta a prueba, quizás incluso sustituida por la imagen de una esfera donde la extinción del núcleo puede dejar frágil su recubrimiento a modo de cáscara vacía pero que ésta persista a la espera del golpe de gracia pese a la vacuidad de su contenido. También aporta una ruptura con esa concepción del uso de la fuerza que enfatizaba la coacción por sobre el consenso para el apoyo a la base económica.

Formar intelectuales orgánicos de la clase obrera es indispensable para que desarrollen una hegemonía alternativa con la intención de minar la hegemonía de la burguesía en una guerra de posiciones. Y posteriormente llevar a cabo un proceso de socialización de duración variable cuyo objetivo último será permitir la asimilación de que cumplimos roles complementarios igual de importantes en la sociedad. Algo que implica una transformación social lo suficientemente profunda como para cimentar de forma permanente las condiciones objetivas necesarias para que las clases sociales no pueda ya existir ni renacer en el futuro.

Estos intelectuales orgánicos no pueden constituir un grupúsculo de iluminados que ejerzan liderazgos carismáticos y mesiánicos con ánimo personalista, ni tampoco expresar un foquismo aventurero. La lucha siempre es de clases y no de intelectuales o de dirigentes que estén desconectados de las masas. Es indispensable además una articulación en forma de partidos políticos como agentes de liberación donde cada militante cumpla la función de intelectual evitando la disipación de la energía revolucionaria desordenada y caótica, buscando los modos de absorberla, componerla y potenciarla.

La misión del partido es convertir en alguien al proletario que no era nada, darle una conciencia, darle al movimiento de liberación un sentido recto y vital que corresponde, en lineas generales, al proceso de desarrollo histórico de la sociedad humana.Gramsci

La liberación disruptiva respecto de ese conjunto de prácticas que integran la superestructura y que oprimen y aprisionan, se desarrolla por medio de violentas confrontaciones y luchas permanentes que alteran la renovación, recreación y modificación de la hegemonía. A través de aprendizajes basados en experiencias que permitan sacar conclusiones y articular profundizaciones que reconfiguren el sentir de las masas sobre nuevas condiciones objetivas.

Transitando el camino hacia la planificación democrática de la economía mundial con el intento de resignificar el concepto de humanidad se derribarán los discursos de moda sobre la meritocracia que no hacen más que fomentar el individualismo, la competencia y la absurda creencia popular de que las personas son el resultado de sus esfuerzos, negándose a reconocer desigualdades evidentes. Así también se atacarán las raíces de problemáticas vinculadas al estatus y prestigio, la rivalidad de las jerarquías, el sometimiento, la subordinación, la naturalización de privilegios o ideaciones de superioridad, etc.

Los puntos de partida de la lucha no son iguales para todos; la existencia de la propiedad privada pone a una minoría social en condiciones de privilegio, vuelve despareja la lucha. El trabajador está expuesto continuamente a riesgos mortales; su misma vida elemental, su cultura, la vida y el porvenir de su familia están expuestos a los vaivenes bruscos de las variaciones del mercado de trabajo.Gramsci

La lucha ideológica debe desenmarañar los falsos pilares de libertad e igualdad bastardeados en nuestro presente, mostrando que esas categorías son en realidad ficciones en el marco de la miseria de lo existente y solamente posibles en una sociedad futura en la que no existan las clases sociales. Las supersticiones, trampas, engaños y obstáculos que imposibilitan la conciencia de clase deben desterrarse de la faz subjetiva para la superación definitiva del sistema actual y lograr la consolidación de un mundo nuevo e internacionalista donde seamos «socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».

Nuestro plan es sacudir y liberar la conciencia de los oprimidos haciendo colapsar convencionalismos y volar por los aires los resortes del sentido común burgués junto a su sistema de ideas y creencias implantadas en la cultura. Aboliendo la ideología dominante y desmoronando la propaganda capitalista que conduce a estilos de vida donde reinan ideales de exitismo superfluo y estadíos de falsa plenitud basada en el consumo y el prestigio. Poniendo en jaque todas las formas de opresión capitalista para dar lugar a una genuina emancipación que libere por completo la potencialidad humana.

La lucha intelectual es estéril si se conduce sin una lucha real que tienda a invertir esta situación.Gramsci








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